Un par de preocupaciones sobre 2024
El chavismo ha confirmado lo que todos sabíamos: Nicolás Maduro no es popular. Ahora comienzan los cálculos para ver qué hacen al respecto.
Todos vimos esos centros electorales. Fotos con 15 personas (máximo) en las colas, sillas en salas de espera vacías, las tomas cerradas en VTV y Globovisión. A lo largo de todo el día sabíamos que el referendo consultivo organizado por el gobierno sería un tremendo fracaso. Fracaso porque, como muchos comentaron en las semanas anteriores, el propósito nunca fue escuchar al pueblo pronunciarse sobre el diferendo territorial con Guyana. El propósito del referendo era medir la capacidad del PSUV y sus aliados de mover gente hacia las urnas.
Tenía sentido que probaran. En las elecciones regionales de 2021, los partidos chavistas se llevaron un buen golpe de realidad al sacar 3.5 millones de votos, el peor resultado del partido en su historia. El PSUV tenía que volver a medir su maquinaria, especialmente ahora que la oposición estaba camino a su propia primaria. Los resultados del referendo del 3 de diciembre fueron tan penosos que el presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, no aclaró cuántos votantes participaron, se limitó a decir que contaron 10.5 millones de votos afirmativos. El circo se volvió aún más triste cuando, al día siguiente, Amoroso anunció que en verdad fueron 10.4 millones de personas en total que votaron.
Primero, ¿dónde estaba escondida toda esa gente que no publicó videos, fotos y no fueron vistos por los medios?
Segundo, ¿por qué el número de votantes anunciado al día siguiente es menor que el original?
Si somos completamente honestos, lo más probable es que el CNE está contando cada voto como un votante separado. Recordemos que eran cinco preguntas, si dividimos el total por esa cantidad de preguntas llegamos a un número mucho más realista: ~2.2 millones de electores.
Entonces, el gobierno solo logró que unas 2.2 millones de personas votaran por las opciones que ellos querían. Esto con toda la maquinaria mediática que tienen, con los recursos del Estado a su disposición para esparcer propaganda, con las “estrategias” del 5x5 y el 1x10, con las amenazas, etc. Todo esto, incluso, con algunos opositores como Henrique Capriles yendo a votar públicamente en el referendo.
A lo largo de este año, he escrito en varias ocasiones sobre la crisis de popularidad del chavismo. El post más reciente que resume mi razonamiento es este que habla sobre la situación interna política de Venezuela y Guyana en 2023.
Yo sé, yo sé, muchos han dicho en múltiples ocasiones que el chavismo es poco popular, que son minoría, etc. Pero usemos los números que ellos nos dan para ilustrar lo absurdo que ha sido el colapso en los años recientes.
Aquí, los votos chavistas en las elecciones de esta década:
Presidenciales 2012: 8.191.132.
Presidenciales 2013: 7.587.579
Parlamentarias 2015: 5.625.248
Presidenciales 2018: 6.248.864
Parlamentarias 2020: 4.321.975
Regionales 2021: 3.595.490
Referendo Esequibo 2023: ~2.200.000
Todos estos números deben ser tomados con muuuucho escepticismo. Tenemos amplias razones para sospechar de toda cifra oficial, razón por la cual excluí la elección por la ANC en 2017 en la cual la proveedora de máquinas de votación, Smartmatic, denunció que los números habían sido inflados y razón por la cual hice la aclaratoria sobre los votos en el referendo por el Esequibo.
Algunos creen que al chavismo no le importan esos números, que ellos no tienen interés en ganar una elección cuando pueden robársela y ya. No estoy de acuerdo.
Al chavismo no le importa la democracia pero sí le importan las elecciones. Desde 2019, el gobierno ha tenido que mantener su sistema cleptocrático con menos y menos dinero debido a las sanciones económicas institucionales y personales, impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, que pesan sobre ellos. En octubre, el gobierno de los Estados Unidos levantó un número considerable de sanciones sobre el sistema petrolero nacional venezolano, dándole un respiro al chavismo, pero un respiro con condiciones.
El régimen de Maduro ha cumplido con estas condiciones en la manera más superficial posible, tanto así que el Departamento de Estado anunció el viernes 1ro de diciembre que estarán “revisando” las sanciones que fueron levantadas en octubre.
El sistema de lealtades internas en el régimen de Maduro depende de la entrada constante de dinero. Así como los imperios deben tragarse más y más tierra para no colapsar, el PSUV requiere tragar y tragar plata. Nadie en Miraflores quiere que Estados Unidos ande “revisando” las sanciones, tampoco quieren que el alivio sea temporal. Quieren salir de eso, quieren que las sanciones sean levantadas permanentemente.
Maduro sabe que la mejor forma de lograr el levantamiento permanente de sanciones es ganar la elección presidencial de 2024. Eso no quiere decir que la elección tiene que ser 100% justa y transparente pero tiene que ser suficientemente justa para que la acepte Estados Unidos. Ellos amañarán los resultados, pero para que les crean (o se los dejen pasar) tienen que contar con un nivel de apoyo suficiente como para que la trampa sea creíble y, por más que mientan sobre los resultados del 3 de diciembre, no lo tienen.
Aquí es donde entramos a mis preocupaciones.
Lo que más me estresa es que si el chavismo cree que no puede ganar una elección, quizás no tengamos la elección o quizás la tengamos pero nunca nos den los resultados. Maduro, calculando que las cosas no van a salir como él quiere, quizás decida enfrentarse al riesgo que vendría con fraude electoral masivo.
Es cierto que en 2017 ellos fueron y le pasaron por encima a los resultados electorales de las parlamentarias de 2015, despojándole a la Asamblea Nacional sus facultades legislativas y montando un ente paralelo para no perder el poder. Ahora, es falso decir que no hubo consecuencias. La movida abiertamente autoritaria llevó a una serie de protestas que fueron violentamente suprimidas, afectando la popularidad interna del PSUV, aumentando el rechazo al sistema y construyendo el camino que llevó al desconocimiento de los resultados electorales de 2018 y, finalmente, a la imposición del régimen de sanciones actual en 2019.
Entonces sí, robarse las elecciones tiene consecuencias. Esas consecuencias eran sobrevivibles para el PSUV en aquel entonces porque, a pesar de la grave situación económica que enfrentó la gente, el sistema cleptocrático aún tenía espacio para respirar. Ahora en 2023, las cosas son un poco distintas.
Al chavismo le ha costado mucho entusiasmar a su electorado, tanto así que entre agosto de 2022 y mayo de 2023 enfrentaron protestas casi diarias del sector laboral que exigía mejore condiciones, entre ellas, mejores salarios. Pero aún así el salario mínimo no fue aumentado, es más, ya van dos años consecutivos de estancamiento salarial. Encima de esta dificultad, el gobierno de Maduro hizo algo bastante arriesgado: purgó colaboradores internos.
En marzo, el gobierno inició su “operativo anticorrupción” y comenzó a arrestar un número considerable de empresarios “beneficiados” por la trama de corrupción en PDVSA. Todos sabemos que el chavismo no tiene interés real en acabar con la corrupción, la corrupción es la moneda interna del PSUV, el medio por el cual aseguran la cooperación o silencio del empresariado, políticos corruptos y de los jefes del aparato de seguridad nacional. Pero aún así purgaron a un montón de “enchufados”, entre ellos Tarek El Aissami, un aliado clave a lo largo de los años.
Si la pirámide que te sostiene está construida por enchufados, ¿qué pasa si los remueves?
No arrestaron a todas las fichas pero la purga fue suficientemente pública como para poner nerviosos a los que quedaron libres, les recordó que en cualquier momento ellos también desaparecen como El Aissami. Las acciones de marzo incluso podrían llevar a muchos a reconsiderar sus posturas y lealtades para salvarse…
Maduro, a pesar de todo lo que se ha dicho, no es tonto, él sabe que su purga era arriesgada, él conocía los riesgos pero de todas formas fue y los aceptó. ¿Por qué? Creo que Maduro sabe que su posición puede peligrar, no que vaya a perder en una elección contra la oposición pero quizás teme ser reemplazado internamente por el PSUV. Posiblemente reemplazado por alguien que el partido considere que sí puede ganar las elecciones pseudo-libres y así asegurar el flujo sabroso de dinero que tanto desean.
Es posible que Maduro ya ha considerado la posibilidad de dejar un sucesor al reconocer que no tiene la capacidad para darle al sistema chavista la victoria que tanto quieren. Pero yo no conozco a Maduro y no sé si él estaría dispuesto a hacer eso o si, al ver a los lobos acechando, entre en pánico y trate de atornillarse al poder incluso en contra de su propio partido.
Maduro está sacando las cuentas para ver cual camino le da más chance le de retener el poder. Esa cuenta siempre ha sido contraria a nuestros intereses pero, cada vez más y más, parece ser contraria a los intereses del PSUV.