Los cálculos de los arrodillados
Ya sea apostando a su propio bienestar o la esperanza de que las cosas cambien solas, algunos parecen creer que no hay más opción que obedecer al PSUV.
¿Recuerdan los videos de gente gritándole a los enchufados y funcionarios del gobierno cuando se los conseguían en restaurantes?
No quiero decir que el escrache haya sido la mejor forma de manifestación o que sea algo que debamos volver a hacer pero siento que es un buen ejemplo de la forma en la que han cambiado las cosas estos últimos años. Por lo menos, es un buen medidor de la temperatura de la discusión política sobre Venezuela.
El rencor que se manifestaba cuando alguien se conseguía a Jorge Rodríguez fuera del país no ha muerto, simplemente ha sido obligado a esconderse por años de abusos constantes. No creo que sea controversial decir que la gente está cansada, esto es una realidad que cualquiera que quiera cambiar el panorama político en Venezuela debe entender. Creo que es algo que políticos de oposición como María Corina Machado y Henrique Capriles Radonski han, en distintas medidas, entendido.
Es importante notar que los mensajes de campaña están más orientados hacia generar una vibra positiva en vez del tono apocalíptico que, a veces, ha adoptado el chavismo y la oposición en el pasado. Capriles habla del reencuentro, Machado de la esperanza de volver a ver a tu familia. Tengo críticas de las campañas de los dos (y de Capriles en general) pero creo que han podido reconocer la apatía masiva que se ha reflejado en las encuestas sobre la situación política y en los resultados electorales de los últimos años.
Creo que ninguno de los dos ha hecho lo suficiente para genuinamente vencer esa apatía, aunque creo que Machado ha estado más cerca. Dicho eso, es bien difícil generar esperanza cuando tanta gente parece jugar en contra, contribuyendo al cansancio político.
Cada día parece que hay más y más personas en posiciones de (relativo) poder que se inclinan hacia jugar el juego del chavismo, sean empresarios reconocidos o políticos que parecen dedicarse a repetir palabras escritas en Miraflores. Piensen en gente como Manuel Rosales, Ricardo Cusanno, Alberto Vollmer, Antonio Ecarri, Luis Vicente León, etc.
Este año se organizará la primera primaria política abierta en el país desde el 2012. A pesar de las dificultades, parece ser una realidad que en octubre tendremos mesas electorales en Venezuela donde las personas podrán ir a que se escuche su opinión sobre quién debería ser el candidato de la Plataforma Unitaria. Este año hemos visto los actos políticos más grandes desde 2017. Parece que, poco a poco, se vence un poquito más la apatía. Entonces, considerando todo eso, ¿qué carajo está haciendo toda esta gente que dedica cada aparición pública a culpar a la oposición o a normalizar el régimen de Maduro?
Creo que los términos “arrodillados” y “arrastrados” son buenos para clasificar a la gente de la que quiero hablar hoy. Estos no son los clásicos alacranes o enchufados, no, es algo distinto. Los arrodillados son las personas que están dispuestas a jugar dentro de la jaula porque creen que si se portan bien la jaula se caerá, eventualmente, por su propio peso.
El argumento es algo atractivo. Si no me meto en problemas todo estará bien, si hago lo que me dicen que haga me salvaré. Esta perspectiva está catastróficamente errada.
Mientras que bien es cierto que la posición del gobierno puede verse debilitada por sus propias acciones con el pasar del tiempo, ¿por qué alguien apostaría a esa vía? Esperar a que tu rival se pare de la silla y se tropiece solo es mala estrategia, depende completamente de lo que haga el rival, quitándote toda agencia en el asunto.
Es peor cuando pensamos en personas como Antonio Ecarri o José Ignacio Barragán que, más que simplemente tratar de salvarse a sí mismos hasta que el régimen caiga, están activamente apoyando su perpetuidad dedicando todos sus esfuerzos a atacar a la oposición y lavarle la cara a Nicolás Maduro. Barragán y Ecarri buscan el voto de todos esos chavistas disidentes que se han alejado del PSUV en los últimos años pero que nunca serán convencidos de votar por alguien como Machado o Capriles, aunque esta es una interpretación generosa, quizás solo quieren que el PSUV gane y ya.
Este virus de la pasividad incluso puede llegar a extenderse a quienes genuinamente quieren un cambio. Hace unos días, Carlos Prosperi comentó que estaría dispuesto a retirarse de la contienda electoral si lo inhabilitan. Si pensamos en el comentario y sus consecuencias por solo 5 segundos, nos daremos cuenta bastante rápido que es tremenda idiotez estratégica. Prosperi le dice a Maduro “si no quieres que yo vaya a la elección, pues no voy”, indicándole con claridad al rival lo que tiene que hacer para eliminarlo de la contienda.
Imagino que la idea de Prosperi habrá sido resaltar sobre María Corina Machado, posicionándose como una alternativa “racional” al implicar, con su comentario, que si Machado fuese “sensata” ella se retiraría al verse inhabilitada. La conclusión, implícita, en el comentario de Prosperi, es que Machado debe ser “insensata” o “irresponsable” al no hacer lo que él dice que se debe hacer.
Si lo que buscaba Prosperi era simplemente ganarse la confianza/voto de quienes tienen dudas con Machado, creo que ha cometido tremendo error en su forma de perseguir ese objetivo. Verse débil ante el gobierno está muy lejos de lo que la gente espera de un político en Venezuela.
A este grupo de arrodillados le podemos sumar el bloque de empresarios favorables del régimen que en el pasado escaparon la etiqueta de “enchufados”. Aquellos como Ricardo Cusanno y Alberto Vollmer, el “optimista anónimo” original. Esta gente quiere presevar y expandir sus negocios, rezando a que el gobierno se vaya por su cuenta en 30 años, posiblemente basando sus expectativas en una historia que escucharon sobre Augusto Pinochet.
La gente que cree que acercándose al gobierno va a salvarse de sus arranques autoritarios debería recordar a Tareck El Aissami. Los que creen que todo saldrá bien si apoyan al gobierno debe recordar al Partido Comunista. Los que creen que agachando la cabeza la mantendrán en sus hombros deben recordar a la Cruz Roja.
El régimen no perdona y el peligro siempre va a existir, queda decidir si prefieren enfrentarse a él o esconderse.