Venciendo la apatía y la defensa del voto
Los precandidatos presidenciales de la oposición tendrán que demostrar que es posible ganar una elección y defender el resultado, especialmente aquellos que han promovido la abstención en el pasado.
Hace unos días, EstadoLab (organización que se describe como un “centro de reflexión y acción”) publicó un video en el cual aparece el profesor y politólogo John Magdaleno hablando sobre elecciones. Específicamente, Magdaleno comentaba sobre el potencial de las elecciones para servir como catalizadores que conduzcan a procesos democratizadores en países con regímenes autoritarios.
El video ha sido bastante circulado con más de 125 mil vistas en Twitter al momento que me siento a escribir esto y ha tenido una recepción bastante, digamos, variada. Desde emojis de payasos, acusaciones de comunista (por ser profesor de la UCV), de estafador y charlatán (por su asociación a Datanálisis) hasta elogios de genio han llenado las menciones de EstadoLab en Twitter desde el 18 de febrero.
El video es bastante corto y siento que muchas personas vieron en él lo que ellos querían ver y se molestaron como resultado del video que imaginaron en sus cabezas o quizás simplemente no les gustó quien salía hablando. La realidad es compleja y, en reconocimiento de aquello, Magdaleno menciona algunas de las condiciones concurrentes necesarias para que el voto resulte en un catalizador real y no mero show para el régimen de turno. Una de esas condiciones es que los factores de poder que mantienen el régimen (las fuerzas armadas, la policía, el aparato de inteligencia nacional, etc.) estén dispuestos a facilitar dicha salida mientras que otro requisito es que la oposición tenga una mayoría electoral real.
Esto último parece bastante obvio pero vale la pena recordar que obtener esa mayoría electoral es más difícil de lo que muchos pueden estimar. Los años de dictadura y los repetidos fracasos para remover al PSUV del poder han llevado a una fatiga política entendible en la ciudadanía. La gente está cansada de los políticos y sus eslóganes reciclados y esa realidad apática se refleja en las encuestas y las elecciones.
En las regionales de 2021 vimos cómo esa fatiga le pegó a los partidos tradicionales. El PSUV, por primera vez en su historia1, no alcanzó cuatro millones de votos a favor, mientras que los votos que fueron a candidatos ajenos al PSUV superaron aquella cifra. Aún así, la Plataforma Unitaria Democrática fue aplastada en los comicios, resultando en un mapa bastante rojo.
No he visto ninguna encuesta que trate de llegar a un aproximado de qué porcentaje de la población cree en la posibilidad de ganar unas elecciones pero no me sorprendería descubrir que aquel número es increíblemente bajo. Por mera experiencia personal y lo que veo en redes sociales (evidencia anecdótica pero ajá) cada vez que se discute este tema es fácil ver que la gente espera que el régimen se robe cualquier elección que no le favorezca.
Va a ser bien difícil construir una mayoría electoral si la gente cree que no importa de todas formas, si creen que igual no es posible ganar porque el CNE va a cambiar los números en las máquinas y va a ganar Maduro con 345 millones de votos.
Sacar más votos que el PSUV es la condición más básica para removerlos del poder, es cierto que no es la única pero sin una mayoría identificable que se reconozca a sí misma como mayoría no vamos a llegar a ningún lado. Y no creamos que cuatro millones es el número que necesitamos porque eso viene de una elección regional que, presumo, es percibida por los electores del PSUV como menos existencial que una elección presidencial. Una elección presidencial verá toda la maquinaria del partido en movimiento, más aún si medio sospechan que se les puede ir de las manos la cosa.
Entonces, ¿cómo vencer esa fatiga?
La movida clásica es con una cara fresca (o refrescada), el cuento típico del outsider, alejado de la clase política, distinto a “los mismos de siempre”, que va a llegar y unificar el país, sacar a Maduro y hacernos millonarios a todos.
Medio fantasioso en un país democrático, ni imaginar en Venezuela.
Con esto no quiero decir que no existe valor estratégico real en que el candidato sea externo a la clase política tradicional, solo que es importante recordar que hace falta más que eso.
Los precandidatos de la oposición tienen meses (8) para prepararse de aquí a la primaria y para distinguir sus candidaturas de aquellas de sus rivales. Los precandidatos deben ganarse la confianza de la gente para resultar electos como el candidato unitario de la oposición pero encima deben recobrar la fe de los electores y la creencia de que es posible ganar una elección contra el PSUV.
Por eso va a ser necesario que presenten planes para defender el voto. Planes creíbles, de forma clara y fácil de entender (desde ya) para que la gente recobre así sea un poco de confianza en que existe la posibilidad de ganar. Por los momentos, ni un solo precandidato ha presentado algo que se asemeje a un plan claro y factible para salvaguardar el voto y vencer la apatía.
“Pero María Corina quiere que el voto sea manual.”
Eso no es un plan, es un eslogan. Palabras vacías que no significan nada. María Corina Machado anda bien enfocada en el tema del voto manual, tanto así que ya ha vendido la idea de que Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y Acción Democrática andan encompinchados con el chavismo para robarse la primaria por medio del CNE, discurso replicado por los medios afines. Si Machado quiere que la primaria sea con voto manual tendrá que convencer a la gente de que la apoye en eso pero a estas alturas no tiene un solo afiche o video donde explique como sería el voto manual y las ventajas que traería implementarlo. No ha vendido la factibilidad de su idea, no ha convencido a sus detractores de que es viable. Así no se puede.
Encima, la elección presidencial será con el CNE, el candidato de la oposición va a tener que averiguar cómo proteger los resultados y demostrarle a todo el país de que sí es posible hacer esa defensa. Si no es posible defender el resultado entonces, ¿qué estamos haciendo?
Dicho eso, presentar un plan para la defensa del voto no es suficiente para ganarse la confianza de la gente. Los políticos de oposición (con muy pocas excepciones) cargan con bagaje político complicado, errores del pasado, discursos y narrativas que prefieren olvidar. Es necesario que sepan diferenciarse entre ellos. Me gustaría que los precandidatos pudiesen enfocar sus campañas en hacer política, en presentar sus soluciones reales a los problemas a los que se enfrenta Venezuela. Me gustaría conocer sus ideologías más a fondo. Me gustaría verlos debatir la viabilidad de sus distintas propuestas. Me gustaría ver propuestas con contenido.
Es necesario que los precandidatos tengan planes claros para defender el voto y encima puedan desarrollar sus visiones para la Venezuela del futuro, sus políticas y sus soluciones a los problemas diarios. Tienen que hacer ambas cosas para poder ganar la primaria y luego tener suficiente apoyo para competir, realmente, en una elección presidencial.
Es pedir bastante pero así es Venezuela. Las circunstancias extraordinarias requieren esfuerzos extraordinarios.
Claro, la propuesta para la defensa del voto no puede volverse el foco central de cada precandidatura, de ser así no podrán diferenciarse entre sí, la gente no podrá conocerlos y no podrán conectar con el electorado. Por esa razón creo que la propuesta podría ser presentada de forma conjunta, un solo plan para la defensa del voto al que hayan contribuido todos los precandidatos y tenga los colores de la Plataforma Unitaria. “Gane quien gane, este es el plan que tenemos que ejecutar todos en 2024”. Eso podría ayudarlos a enfocarse en sus propias candidaturas y tener una base sólida compartida que además proyectaría una imagen de unidad y confianza en lo que es, en esencia, un proyecto compartido (o por lo menos eso dicen ellos).
Esto sería un gran paso en el camino a convencer a la gente a que vuelva a las urnas en 2024 pero creo que algunas personas van a tener que sincerarse primero.
Juan Pablo Guanipa argumentó que la corrupción del CNE y la falta de inclusión de la diáspora eran dos razones por las cuales no se podían reconocer las elecciones presidenciales de 2018. El CNE va a estar en 2024 y dudo mucho que el chavismo quiera incluir a la diáspora, entonces ¿qué ha cambiado? ¿Ahora sí quieres ir a la elección? ¿Qué es distinto esta vez? Estas son cuestiones que también le pesarán a Machado quien había sostenido la posición firme de que en dictadura no se vota.
La ciudadanía va a querer respuestas firmes a estas preguntas, yo también las quiero, y siento que un buen lugar para empezar a responderlas es presentando un plan conjunto de defensa del voto. Así podrías decir que la diferencia ahora es que tienes una vía clara para asegurar que los resultados sean aceptablemente justos (porque no serán realmente justos) y así animas a la gente a participar nuevamente.
Pero tienen que hacerlo porque no se hará solo y nadie lo hará por ellos (o por lo menos ellos no deberían esperar a que alguien más les resuelva el problema).
En una de las elecciones nacionales de gran perfil: presidenciales, regionales, referendos, etc.