Los Twitter Files. Parte 2: La interferencia de la comunidad de inteligencia
Progresivamente, Twitter fue cediendo más y más terreno a las agencias de seguridad e inteligencia nacional, permitiendo a órganos del gobierno servir casi como moderadores de contenido.
El 2 de diciembre, el escritor Matt Taibbi publicó un hilo en Twitter donde comenzaba a detallar la “verdad” que Elon Musk tanto había prometido desde que tomó control de Twitter en aquella histórica transacción.
El hilo de Taibbi sería el primero de muchos que serían publicados por él, Bari Weiss, Michael Shellenberger, Leighton Woodhouse y otros allegados durante el mes de diciembre y que, aún en enero 2023, no han parado. Este equipo de escritores, bloggers y periodistas fue armado por Musk, invitados a las oficinas de Twitter y concedido acceso a millones de correos y comunicaciones internas que han sido conocidas como “The Twitter Files”.
El 16 de diciembre publiqué el post de abajo con los antecedentes y breves biografías de cada uno de los personajes relevantes, aquel post y este forman parte de una serie que pueden encontrar aquí.
Debo ser honesto, la mayoría de lo contenido en los Twitter Files me ha parecido bastante insignificante. El hecho de que los empleados de la plataforma hayan estado políticamente sesgados no es una sorpresa para nadie y tampoco conlleva la importancia, peso y magnitud con la que se le ha tratado. Es cierto que Twitter es una red social masiva pero no es cierto que controla la conversación global. La gente existe fuera de Twitter y la vida también sucede por fuera de sus estrechas paredes digitales. Twitter puede ser una gran herramienta para comunicarnos y esparcir información, puede ser utilizada de forma muy dañina, pero los sesgos que hemos visto en la red son (y serán) comunes de cualquier proyecto que involucre a seres humanos tomando decisiones. Quizás este es uno de los terrenos donde la inteligencia artificial nos puede ayudar o quizás solo termine creando algo peor.
Dicho eso, algo en lo que concuerdo con el equipo que cubrió los Twitter Files es que existe una peligrosa pseudofusión entre la red social y las agencias de seguridad e inteligencia nacionales de Estados Unidos. No tengo problema con que una red social esté en manos de humanos que prefieren la izquierda o la derecha, el problema que veo es cuando entes del gobierno empiezan a influir en la conversación pública desde las sombras.
Esto es algo que hacen todos los grandes jugadores geopolíticos. Las estrategias para ello han evolucionado y van desde mantener cuentas oficiales esparciendo sus mensajes hasta redes masivas de bots que replican los puntos informativos que le interesan a sus dueños. Aquí no hay sorpresa. Creo, firmemente, que las empresas privadas como Twitter deberían hacer todo lo posible para exponer estas estrategias y para mantener la conversación pública en ellas lo más separada posible de las agendas de estos entes. Siempre he sido escéptico de los gobiernos y creo que debemos serlo aún más de las agencias de inteligencia que operan en la oscuridad y hacen todo lo posible para evadir responsabilidad pública. Esta gente es mucho más peligrosa que un gobierno democrático que no nos gusta o empleados privados que tienen preferencias políticas distintas a las nuestras.
Entonces, ¿cómo empezó todo?
Presión política
Decir que la elección presidencial de 2016 fue “controversial” en Estados Unidos se siente como una injusticia, la palabra no alcanza para describir lo polarizante que fue. No solo por la victoria de Donald Trump, sino por el hecho de que muchas personas siguen convencidas que Trump solamente ganó porque Rusia, y redes sociales como Facebook, “manipularon” la conversación pública alrededor de las elecciones. Estos miedos fueron alimentados por el escándalo que sufrió Facebook por su relación con la firma de consultoría política Cambridge Analytica y la publicación del Steele Dossier1.
Con todo esto, el sentimiento público fue marcadamente tornándose anti-Rusia y anti-redes sociales que, supuestamente, colaboraban con Moscú o por lo menos no hacían lo suficiente para detenerlos. Los Demócratas en el Congreso siendo (algunos) buenos políticos se aprovecharon de la marea del momento y empezaron a presionar a las compañías tecnológicas para que revelasen sus esfuerzos para evitar “colaboracionismo” con el régimen de Vladimir Putin. Para ello hubo discursos, cartas escritas, videos publicados e incluso la amenaza de actuar por medio de legislación.
Enfrentándose al riesgo de terminar siendo enemigo del gobierno, Twitter tomó un paso peligroso: hizo caso.
La infiltración
Con miedo de consecuencias legales e intentando salvarse, Twitter organizó un equipo interno denominado el Russia Task Force en octubre de 2017 para investigar qué medidas (de haberlas) había empleado Rusia durante la elección de 2016 para manipular la conversación política pública en redes sociales. Twitter ya había llevado a cabo una revisión interna que había concluido el mes anterior, donde le informaron al Senado que habían suspendido unas 22 cuentas posiblemente rusas y 179 cuentas con “conexiones” a las cuentas suspendidas pero esto no fue suficiente, con senadores Demócratas exigiendo mayor esfuerzo.
Ya a mediados del mes de octubre miembros del Task Force habían concluido que no existía evidencia de campañas coordinadas y ejecutadas por una fuente central, más bien parecían existir cuentas individuales y pequeñas que tuiteaban en momentos distintos sus ideas propias sobre las elecciones. Los resultados de las investigaciones internas de la compañía so fueron suficiente para satisfacer a los políticos que los presionaban y tampoco fue suficiente para el público. La ausencia de evidencia fue tomada como confirmación de que Twitter estaba jugando para Rusia.
Entre más amenazas de legislación que regularía la propaganda política en Twitter (que le hubiese costado muchísimo dinero a la empresa en ingresos perdidos), la red social cedió y comenzó a asociarse más y más con las agencias de inteligencia y seguridad nacional de Estados Unidos. La colaboración llegó a ser tan intensa que los lineamientos internos sobre cuándo remover contenido en la plataforma cambiaron de ser “a sola discreción” de Twitter a “usuarios identificados por la comunidad de inteligencia de Estados Unidos como una entidad bajo dirección estatal”.
Twitter, estando demasiado involucrada a estas alturas, pasó a tener reuniones mensuales con el FBI y el Departamento de Inteligencia Nacional que se volvieron semanales mientras se aproximaba la elección presidencial de 2020.
La esfera pública y privada
Bien es cierto que Twitter es una compañía privada y si se quiere reunir con las agencias de inteligencia cada semana para chismear y escuchar y obedecer sus instrucciones pueden hacerlo. El problema es que el gobierno no puede hacer lo que estaba haciendo.
En Estados Unidos la libertad de expresión está protegida por la primer enmienda de la Constitución, que sirve a su vez como el primer artículo de un documento llamado la Declaración de Derechos (Bill of Rights). Dicha enmienda es increíblemente importante y fundamental a las creencias de los próceres nacionales de aquel país que deben su establecimiento en la nación a los refugiados protestantes que huyeron de Inglaterra en el Siglo XVII buscando la libertad de culto. La primera enmienda prohíbe que el gobierno interfiera en lo que la gente opina y cree, permitiendo la libertad de culto, prohibiendo el establecimiento de una religión oficial, la libertad de expresión, de prensa y de asociación.
Twitter es masiva y millones de usuarios la usan para comunicarse y expresarse. Twitter es libre de establecer las reglas de uso que ellos quieran pero que el gobierno le diga a Twitter qué remover y qué no bajo la amenaza de daño económico por vía de legislación es absurdo. El gobierno puede esconderse detrás de la compañía privada y decir “nosotros no removimos nada, fue Twitter” pero es bastante claro y evidente que las acciones de la comunidad de inteligencia violan el espíritu de la primera enmienda.
Lo que hicieron fue un insulto a la ética y se encuentra peligrosamente cerca de cómo actúan los gobiernos autoritarios que quieren silenciar a sus rivales.
Bueno, yo digo hicieron, pero…
¿Qué esperar de Twitter ahora?
Ahora la red social está bajo el control directo de Elon Musk quien ha prometido purgarla de sus problemas y convertirla en una verdadera plaza pública libre de censura. Sin embargo, no ha sido así.
Algo que tenía que quedarle claro a los fanáticos de Musk que lo perciben como el Mesías es que nadie está exento de pecar y todos tenemos nuestras debilidades. Musk tiene muchísimo dinero pero ese dinero sigue estando al alcance de gobiernos y mientras el gobierno pueda meter su mano en el bolsillo de Musk este siempre estará en una posición frágil.
Musk tiene intereses de negocio en Estados Unidos, así como los tiene en China e India, mercados masivos que podrían servir (o sirven actualmente) para la proliferación de sus compañías y tecnologías como SpaceX, Tesla y Starlink. El hombre tiene interés real en mantener buenas relaciones con aquellos gobiernos por lo cual no debería sorprendernos que Twitter obedeció una corte de India cuando esta ordenó que se removiera un documental de la BBC crítico del primer ministro Narendra Modi de la plataforma. Asimismo, Musk es famoso por criticar a Estados Unidos y Europa pero quedarse bien callado cuando se trata sobre China.
Las razones son obvias, China es bien autoritaria y Musk y sus negocios la van a pasar bien mal allá si el hombre ataca a Beijing públicamente. En Estados Unidos y Europa Musk tiene más espacio para criticar públicamente, sin embargo, los mismos riesgos financieros aún aplican en aquellos lugares. China no tiene un monopolio sobre la censura y Estados Unidos es bien inteligente cuando se trata de buscar soluciones que jueguen en zonas grises, legalmente hablando. Ya vimos esto en acción cuando las agencias de inteligencia manipularon a la directiva vieja, así mismo pueden manipular al nuevo dueño.
Quizás peor aún es que la administración anterior no estaba en el mismo riesgo de arrodillarse a los pies de China, India, Arabia Saudita o Catar, ellos sólo le respondían a Estados Unidos. Los intereses financieros de Musk en aquellas naciones (y quien sabe cuántas más) lo convierten en una debilidad bastante particular para la empresa. Si Musk no fuese dueño de Twitter nadie lo hubiese contratado como administrador, nadie hubiese permitido tanto riesgo a la libertad de la plataforma.
Elon Musk entró a Twitter y se dedicó a exponer los secretos de los dueños anteriores, ¿estará similarmente dispuesto a exponer los secretos propios? Lo dudo mucho, con China e India el hombre ha demostrado ser un hipócrita que valora sus beneficios económicos muy por encima de la libertad de expresión, algo muy distinto al discurso que se pasa tuiteando.
Curiosamente (y quizás como un mal presagio) Musk ha tenido que enfrentarse a algunas de estas dudas de frente, cuestionado por Bari Weiss, una de las personas que él mismo eligió para reportar sobre los Twitter Files. En el momento, Musk no tenía respuesta, dudo mucho que la tenga ahora.
https://en.wikipedia.org/wiki/Steele_dossier
Sí, es Wikipedia, la controversia es tan larga y ha dado tantas vueltas que ningún artículo la resume bien. Wikipedia es el perfecto lugar para seguirla en órden cronológico.