Sobre la utilidad de las sanciones
Las herramientas no resuelven todo solas, hay que usarlas.
Hace unos días, la politóloga y podcaster, Ana Milagros Parra, publicó un video en su cuenta de TikTok en el cual criticaba a aquellos que hablan sobre la necesidad de levantar las sanciones económicas que pesan sobre el régimen de Nicolás Maduro. Las respuestas al video fueron un desastre. Había gente atacándola por maquillarse mientras hablaba, otros la atacaban por como se veía y un grupo adicional (mi favorito por el nivel de ridículo) la insultaba porque le faltaba “corazón patrio”.
Una vez más, las sanciones económicas se vuelven un tópico de conversación para los venezolanos. ¿Sirven o no? ¿Le hacen daño a la gente o no? ¿Estar en contra es de chavistas? ¿Valen la pena?
Si escuchamos a las personas que argumentan a favor o en contra de las sanciones o leemos sus opiniones en internet, veremos que hay muchas razones distintas que los llevan a tomar sus respectivas posiciones. A pesar de esta amplia diversidad de opiniones, creo que hay algo en lo que todos pueden estar de acuerdo: las sanciones son una herramienta.
Siento que esta es una posición básica de la cual podemos partir para cualquier análisis de la situación. Pero, esta posición inicial nos exige hacernos una pregunta, sin la cual no podemos proceder: ¿Qué propósito tiene esta herramienta?
A lo largo de los años hemos visto una respuesta comúnmente repetida para esa pregunta: las sanciones existen para remover al régimen de Nicolás Maduro.
Por supuesto, la realidad es un poco más compleja que eso. Las sanciones nunca iban a lograr eso por su cuenta, un cambio así de drástico no se produce solo porque al gobierno le cuesta más financiarse, no. Las transiciones hacia la democracia son complicadas, una labor árdua que le corresponde a la oposición política de un país organizar junto a la ciudadanía, canalizando las molestias graves de la población y aplicando medios de presión hacia ese fin.
Sabemos que herramientas de presión como las sanciones y la protesta organizada son necesarias porque en Venezuela no vivimos en una democracia donde los gobernantes juegan de forma limpia y justa. Aquí tenemos un gobierno autocrático que se ha elevado sobre un sistema cleptocrático que les ha permitido comprar la “lealtad” de los factores relevantes de poder, sean las nuevas castas oligárquicas boliburguesas o las fuerzas armadas.
El gobierno del PSUV controla un aparato de inteligencia nacional amplio y centralizado con nuevas “fuerzas policiales” que salen de la nada y que parecen actuar sin miedo a las consecuencias legales, inventó su propio órgano legislativo cuando perdió una elección en el real, razona en contra de sus propios argumentos jurídicos para revertir una elección y han pasado ya un cuarto de siglo convirtiendo las fuerzas armadas en un ente destinado a protegerlos a ellos nada más.
El PSUV no juega el juego democrático entonces hacer campaña e ir a unas elecciones no es suficiente si el objetivo es la redemocratización del país. Ahí es donde entran las herramientas de presión que mencioné, herramientas que por si solas no van a lograr nada y que deben ser canalizadas por una fuerza específica.
El primer paso camino a la redemocratización del país es la mejora de las condiciones electorales para acercarnos, así sea un poco, a un campo de juego más parejo. Pero las sanciones no iban a lograr estas condiciones electorales por si solas, eso había que lograrlo negociando. La idea de la negociación sería ofrecerle al PSUV algo que ellos quieren a cambio de algo que nosotros queremos.
¿Qué queremos nosotros? Bueno, yo intentaría negociar por mejores condiciones electorales que fue algo que intentó hacer la Plataforma Unitaria Democrática en México (supuestamente). Sin embargo, el proceso de negociación siempre estuvo muy golpeado. Primero, sucedió muy alejado de las protestas de calle intensas que ocurrieron en 2019. Segundo, se dio en un momento donde ya la Plataforma Unitaria era altamente rechazada por los venezolanos opositores. Tercero, así como con las protestas, las negociaciones en México iniciaron mucho después de la imposición de sanciones lo que le dio tiempo excesivo al gobierno de Maduro de adaptarse a las mismas.
Así pues, fuimos a negociaciones queriendo lo mismo que queríamos en 2019 pero sin nada que ofrecer a cambio. No hay nada que la Plataforma Unitaria tenga que el PSUV necesite. Ya van cuatro años desde la imposición de las primeras sanciones institucionales, la situación económica nacional está mucho mejor que en aquel entonces y los cleptócratas que detentan el poder ya averiguaron cómo desaparecer miles de millones de dólares como ellos mismos han admitido.
Ya la estrategia que se empleó en 2019 se acabó, se cansó y se perdió en el tiempo. ¿Significa eso que ahora hay que rendirse? No, para nada. Es más, creo que una estrategia de presión coordinada como lo que se quiso hacer en 2019 sigue siendo la estrategia más viable. Pero, ¿qué hacemos con las sanciones actuales entonces?
Bueno, aquí unas opciones:
Condicionar su suavización o levantamiento sobre una condición electoral específica.
Con esto me refiero a concretar una garantía electoral y no a tratar de obtenerlas todas a cambio de levantar las sanciones. Un ejemplo que se me ocurre sería un trato general de amnistía electoral donde los precandidatos de la oposición son liberados de cualquier inhabilitación que pese sobre ellos y se garantiza no inhabilitar a ninguno camino a (o durante) las elecciones de 2024. Esto es distinto a el status quo porque consiste en buscar una condición específica y no a usar las sanciones para obtener todo el pastel porque no nos lo van a dar. Simplemente, el riesgo para el PSUV es demasiado alto: perder Miraflores, mientras que el premio es bajo: levantamiento de sanciones.
Obtener una condición como la que nombré aquí podría servir de catalizador para volver a motivar a la gente y tratar de vencer la apatía existente pero no sería pedir tanto que el gobierno tenga miedo y decida no dar nada.
Negociar algo distinto a las condiciones electorales.
Esta opción no me gusta tanto como la primera porque no nos acerca más a nuestro objetivo de redemocratizar el país pero puede ser una opción a considerar a raíz de lo siguiente: el gobierno se ha adaptado muy bien al régimen de sanciones, quizás nunca consideran darnos lo que pido en el punto anterior.
Si el PSUV ni de vaina va a conceder mejores condiciones electorales entonces valdría la pena buscar un logro distinto a cambio de la suavización o levantamiento paulatino de las mismas. Aquí se me ocurre la liberación de prisioneros políticos o forzar a las fuerzas policiales a ser más transparentes en su conducta. Lo mismo podría aplicarse para los tribunales del país y los servicios de inteligencia nacional. Menos abusos de derechos humanos es algo bueno y sería un logro noble que vale la pena.
Asimismo, podría condicionarse el levantamiento de sanciones a mayor transparencia del gobierno en sus procesos públicos como la licitación de contratos, la recaudación tributaria y en la elaboración del presupuesto nacional.
Se que esto parece poco comparado a lo que necesitamos pero no dejemos que la persecución del todo nos impida hacer algo.
Levantar las sanciones sin obtener nada a cambio.
Esto, francamente, es una mala decisión desde el punto de vista estratégico ya que produce incentivos perversos. Si levantas las sanciones sin obtener nada a cambio le estás enseñando al gobierno que pueden hacer lo que quieran y que las consecuencias eventualmente se irán por su cuenta si ellos aguantan suficiente tiempo.
Imaginenlo, el gobierno destruye la democracia que existía, desfalca el país, comete abusos atroces de derechos humanos y es castigado. Pasan unos años y el castigo se quita solo, sin que el gobierno tenga que cambiar su conducta. ¿Cuál es la lección? Que pueden seguir haciendo lo que quieran.
Para terminar, todo esto de negociar condiciones depende muchísimo de Estados Unidos, quien tiene control final de las sanciones. Para cualquier negociación, la Plataforma Unitaria y Estados Unidos tendrían que estar en la misma página. Tristemente, mucho se nos escapa de las manos y tenemos poco poder de decisión propio, esa es la consecuencia de no tener una democracia.
Estos son solo algunos escenarios que se me han ocurrido a mi pero estoy seguro que hay muchas más cosas que podríamos hacer al respecto. Si a ustedes leyendo se les ocurre alguno compartánlo en los comentarios o escribanme por correo. Genuinamente necesitamos todas las ideas que se nos ocurran porque la situación está bien complicada.
2024 puede ser un año catalizador, la campaña y las elecciones pueden servir para volver a organizarnos hacia la consecución de un objetivo común pero tomará más que simplemente unos videos de los candidatos en redes.
Como habrán notado, no hablé de si las sanciones lesionan o no a la gente de a pie. A pesar de haber pasado años leyendo opiniones y datos al respecto, siento que es un tema complejo y que merece su propio espacio de análisis, hoy solo quería dar unas ideas generales de lo que podemos lograr con las sanciones.
Sin embargo, no quiero dejar eso en el aire así entonces aquí les recomiendo algunas opiniones a favor o en contra que he leído:
Carlos Rodríguez López en Caracas Chronicles escribe sobre el impacto negativo de las sanciones y lo que calificó de “fracaso”. Carlos también ha dejado algunas de sus opiniones en Twitter.
Ana Milagros Parra compartió un estudio de Anova Research Policy donde presentan una conclusión sobre la falta de evidencia para decir que las sanciones afectaron acceso a insumos humanitarios.
Alejandro Armas Díaz comenta en Twitter que, a su parecer, las sanciones no afectaron seriamente la calidad de vida de los venezolanos.
Francisco Rodríguez escribe un hilo recopilando diversos estudios sobre la efectividad de las sanciones.