¿Qué son los Twitter Files? Parte 1: antecedentes y los jugadores
Sin visión clara para el futuro de Twitter, Elon Musk busca exponer algunos "secretos" de sus antecesores y posicionar a sus amigos como la prensa preferida de la nueva derecha.
Esta es la segunda parte de una serie que podrás encontrar en “Discordia en la Derecha”.
Originalmente, este post iba a tratar las posturas del ecosistema mediático de la nueva derecha estadounidense en torno a las elecciones presidenciales de 2024. Íbamos a cubrir el drama de Tim Pool y Nick Fuentes, las entrevistas recientes de Kanye West, el “resurgimiento” de Milo Yiannopoulos y la fuerte división entre estos y comentaristas más “moderados” como Ben Shapiro.
Sin embargo, el final de la semana pasada trajo una serie de revelaciones que le presentaron un frente de batalla rejuvenecido a la culture war: los Twitter Files.
Este tema es extenso y para hacerlo más llevable he decidido separarlo en varias partes. Esta primera presentará una explicación breve de qué son los Twitter Files, un repaso de los antecedentes a la controversia y los perfiles generales de los jugadores involucrados y por qué son relevantes en el contexto general.
En la segunda parte, evaluaremos qué contenido interesante ha sido revelado en estos días y cómo ha sido cubierto por la prensa estadounidense.
La tercera parte contendrá mis pensamientos generales sobre la controversia y la importancia de la misma para el ecosistema de la nueva derecha estadounidense y la crisis de identidad del partido Republicano. Nuevos hallazgos serán incorporados a cada parte a medida de que sean publicadas.
Empecemos.
¿Qué son los Twitter Files?
El nombre hace referencia a una serie de correos internos de Twitter que detallan cómo la compañía tecnológica tomó decisiones sobre la forma en la que se limitaría la visibilidad y distribución de cierto contenido, incluyendo por medio de listas que limitaban la visibilidad de ciertas cuentas, basado en orientación política o la “sensibilidad” del asunto.
Los correos internos de la compañía fueron entregados por ella misma, bajo órdenes de su nuevo dueño Elon Musk, a los periodistas Bari Weiss y Matt Taibbi y el escritor y excandidato a la gobernación de California Michael Shellenberger. Los tres se han dedicado, a lo largo de la semana pasada, a escribir hilos extensos en Twitter detallando lo que han encontrado en los documentos que recibieron.
En general, los correos y comunicaciones internas giran sobre cómo muchas cuentas pertenecientes a comentaristas políticos afines a la nueva derecha (por voluntad propia o asociación) fueron agrupadas en listas llamadas “blacklists”, que fueron utilizadas para limitar el alcance de estas cuentas en la plataforma. Además, se han revelado las comunicaciones internas de altos ejecutivos de la empresa que tratan sobre la decisión de limitar el alcance de un artículo del NY Post relativo a Hunter Biden y las justificaciones creadas para suspender a Donald Trump, entonces presidente de los Estados Unidos, de la plataforma de forma permanente.
Vamos con los antecedentes generales.
Antecedentes
Tres semanas antes de la elección presidencial de 2020, el NY Post publicó un artículo que trataba el contenido de una laptop perteneciente a Hunter Biden, hijo del entonces candidato presidencial Joe Biden.
En su artículo, el Post examinaba el contenido de la computadora, en la cual encontraron material personal de Hunter Biden, que evidenciaba los diversos negocios y beneficios económicos que recibía Hunter gracias a su apellido y cercanía familiar con Joe Biden. El Post también se enfocó en revelar material íntimo de Hunter Biden, lo cual me parece bastante patético, debido a que no había ningún interés periodístico serio en recordarle a todos que el hombre sufre problemas de adicción.
Sea como sea, el artículo fue publicado y, casi de inmediato, su visibilidad y distribución en Twitter fue limitada. La cuenta oficial del NY Post fue suspendida y Jack Dorsey admitió (luego del incidente) que incluso llegaron a prohibir que los usuarios de Twitter compartieran el enlace al artículo por mensaje directo, una medida normalmente reservada para material altamente delicado como la pornografía infantil.
Por años, los conservadores habían sentido que Twitter estaba volcado en su contra, liderado por activistas políticos que aplicaban las reglas según les convenía y no de forma equitativa y justa. Ahora, tenían un ejemplo concreto para demostrar que sí existía esta inclinación política.
Sin embargo, muchos cuestionaron que las cosas fueran tan simples. Glenn Greenwald, periodista famoso (y controversial) por reportar sobre los documentos de la NSA filtrados por Edward Snowden y las conversaciones de los fiscales de Operación Lava Jato, llevaba rato advirtiendo de las preocupantes conexiones entre el gobierno de los Estados Unidos y las compañías de plataformas tecnológicas. Específicamente, Greenwald denunciaba los intentos del gobierno de determinar qué contenido debería ser permitido en redes sociales.
Así fue que empezaron las sospechas sobre colusión entre factores de poder del gobierno y Twitter para controlar los posibles debates públicos relativos a las elecciones y demás temas políticos en general. La suspensión de Donald Trump de Twitter después del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, solamente confirmó esa sospecha en las mentes de los creyentes.
La única forma de confirmar cualquier conspiración o sospecha era que Twitter revelase documentos internos, algo que obviamente no harían, hasta que la empresa cambió de manos.
Los jugadores
Creo que todos sabemos por donde empezar.
Elon Musk
No había chance de ver documentos y comunicaciones internas de Twitter, ninguno, hasta que Elon Musk decidió comprar la plataforma. La compra fue un desastre, un vaivén constante en el cual Musk nunca parecía estar tan convencido de la misma como él quería que sus seguidores pensasen. Al final, Musk terminó adquiriendo la red social de la forma más complicada posible y algo quedó bien claro: los que pensaban que Musk no iba tan en serio tuvieron razón.
En las semanas tras la adquisición Musk hizo todo lo posible para demostrarle al mundo que no había un plan preparado para el futuro de Twitter y que muchas de sus acciones estaban expresamente dirigidas hacia ganarse la adulación de sus seguidores. Ese conjunto de seguidores es interesante y crítico para lo que ha sucedido desde entonces, siendo un conglomerado compuesto por izquierdistas cansados de los demócratas, personas de centro-derecha y muchas de las voces más influenciales de la nueva derecha.
Poco a poco, Musk parece haber sufrido de un efecto que he visto descrito como audience capture. No estoy seguro de su equivalente en español, así que lo traduciré simplemente como “secuestro del público”. Vale la pena describir el fenómeno aquí ya que será útil para todos los demás individuos involucrados en esta historia.
El “secuestro del público” es un fenómeno que se da cuando algún individuo público (generalmente creadores de contenido pero también aplica a políticos y todos las demás personas que cultivan una audiencia) cambia sus tendencias debido a que la audiencia se lo exige. Esta exigencia puede ser expresa pero normalmente es más sutil y podemos verlo en forma de adulación. Un ejemplo puede ser conveniente.
Imaginemos, por un momento, un YouTuber que hace videos sobre política en Estados Unidos. El YouTuber es de izquierda y por ende cubre al partido Demócrata, normalmente de forma positiva pero de vez en cuando tiene sus críticas. Un día, tras alguna decisión legislativa que no le gustó, el YouTuber decide subir un video criticando fuertemente al partido y alegando que ha perdido su esencia, arrodillándose ante sus amos corporativos. Esto atrae a una nueva audiencia, conservadores y liberales desilusionados que aplauden al YouTuber por decir la verdad. Esta nueva audiencia trae consigo individuos más y más radicales que dejan bien claro cuánto les ha gustado el nuevo video. Feliz con el reciente éxito, el YouTuber decide que debe tener razón, si no la tuviese no tendría tanta gente adulándolo ¿cierto? Así, el próximo video es crítico y un poco conspiratorio hasta que, pasados varios meses, el YouTuber se ha vuelto indistinguible de Alex Jones.
Esto le pasa a los políticos, a los comentaristas públicos, a los analistas, los periodistas y también le pasó a Musk.
Alguien que era un Demócrata bastante moderado se vuelve poco a poco capturado por una audiencia que quiere verlo ser edgy, cool y contra-cultura. Musk, viendo los likes y memes positivos que hacen sus seguidores sobre él decide que debe complacerlos.
Así es como termina tuiteando cosas así:
Musk sabe cómo se sienten sus seguidores sobre la historia de Hunter Biden y sabe qué piensan de la suspensión de Trump. Por ende, empieza a buscar rastros de las decisiones entre las comunicaciones internas de la compañia, sabiendo que será popular. Lo que falta es escoger los misioneros que esparcirán su palabra entre los feligreses, con suerte, sabe bien a quién escoger.
Matt Taibbi
Taibbi es un escritor y periodista estadounidense que ha cubierto política en aquel país desde hace unas dos décadas desde un punto de vista tradicionalmente de izquierda. En los últimos años, Taibbi se ha ido alejando de la izquierda comúnmente identificada con el partido Demócrata y se ha enfocado en cubrir temas de la culture war con un ojo crítico a la forma que estos temas han sido examinados y cubiertos por la prensa.
Su desprecio por la prensa tradicional y las corporaciones de noticias ha crecido a lo largo de los últimos años, culminando con la publicación un libro llamado Hate, Inc en el cual Taibbi argumenta que “aquello que la gente ve como ‘la prensa’ es, en realidad, un ala torcida del mundo del entretenimiento”.
No pretenderé que Taibbi no tiene un punto sobre el estado actual de la prensa cultural corporativa, pero el asunto se ha vuelto una parte muy central a su identidad y su obra que alcanza los niveles de obsesión.
Taibbi reportó, por medio de un hilo en Twitter, la primera parte de los Twitter Files tratando comunicaciones sostenidas entre representantes o individuos cercanos a los partidos políticos de Estados Unidos que le hacían solicitudes expresas a miembros de Twitter para “encargarse” de contenido en la plataforma que no les gustaba. Ese hilo también contiene información sobre el proceso interno de la red social para limitar la distribución del artículo del NY Post que describimos arriba.
El 9 de diciembre, Taibbi escribió otro hilo tratando la primera parte de la decisión de Twitter de suspender a Donald Trump después de las protestas descontroladas que entraron al Capitolio el 6 de enero, 2021, día en que el Congreso se encontraba en el proceso de certificar la elección presidencial y, por ende, solidificar la victoria de Joe Biden.
Trataremos el contenido de estos hilos con mayor profundidad en la próxima entrega de Discordia en la Derecha.
Bari Weiss
Weiss es una periodista estadounidense que escribía columnas de opinión para el Wall Street Journal y luego escribió columnas de cultura política para el New York Times.
El tiempo de Weiss en el Times siempre fue complicado. Originalmente fue contratada en el 2017 como parte de un esfuerzo del periódico de expandir su diversidad de opiniones políticas tras la elección de Donald Trump. La sección de opinión estaba en algo de crisis y en búsqueda de su propia identidad bajo el mando del editor James Bennet, contratado en 2016 para dirigirla.
Gran parte de esta crisis fue expuesta en febrero de 2018, cuando alguien filtró video de una reunión de diciembre 2017 entre Bennet, los escritores de la sección de opinión y A.G. Sulzberger, dueño del Times que se encontraba evaluando el estado del periódico que acababa de heredar. En el video vimos varias cosas, entre ellas la falta total de preparación que tenía Bennet para la reunión, la falta de una visión consolidada para la sección a casi dos años de su contratación y que la sección se encontraba dividida de forma muy marcada, entre aquellos que trabajaban en el Times previo a la llegada de Bennet y los que habían sido contratados por él.
Weiss terminó siendo una de las contrataciones más polémicas de Bennet. Durante la etapa inicial del movimiento #MeToo, Weiss publicó varias notas en las páginas de la sección de opinión del Times que atrajeron críticas de las personas que apoyaban al movimiento. Famosamente, después de que una mujer publicase un artículo argumentando que conductas indebidas hacia ella por parte del comediante Aziz Ansari alcanzaban el nivel de acoso sexual, Weiss escribió un artículo donde comentaba que la mujer tuvo varias oportunidades para irse o comunicar su incomodidad pero no las tomó. El artículo era visto por Weiss como responsabilizar a la autora por su inacción frente a una situación incómoda pero fue visto por sus críticos como Weiss culpando a una mujer del acoso que sufrió.
Aquel artículo y otro titulado “Ahora Todos Somos Fascistas”, donde Weiss criticaba a varios movimientos de izquierda de ser intolerantes de opiniones distintas a las de ellos, posicionaron a Weiss hacia el frente de la culture war, etiquetada de facha escondida o guerrera pro-libertad de expresión (dependiendo del observador).
Así, tras tratos hostiles por parte de sus colegas, Weiss renunció al Times en julio 2021, alegando que sus jefes habían evitado protegerla y hasta contribuido al ambiente hostil que la llevó a renunciar. Su salida llevó a la creación de su newsletter en Substack, titulado Common Sense, que ahora se ha vuelto una compañía mediática llamada “The Free Press” (distribuida por la plataforma de Substack).
Sin embargo, antes de su renuncia, Weiss dejaría su contribución más grande a la culture war en las páginas del New York Times: una explicación de la Intellectual Dark Web y una lista de sus miembros.
Este grupo de personas fue descrita por Weiss como una colección de pensadores cansados del wokeism y la cultura políticamente-correcta que estaba surgiendo y apoderándose de universidades y empresas mediáticas.
Por mucho tiempo, especialmente durante las cuarentenas iniciales ordenadas a raíz del COVID-19, la IDW gozó de bastante fama y la rápida expansión de sus ideas. Este grupo de escritores y comentaristas políticos fue visto por muchos como un frente a los social justice warriors que tenía la izquierda, aunque muchos de ellos como Sam Harris, Christina Hoff Sommers y Brett Weinstein se han descrito todas sus vidas como de izquierda y evitaban ser catalogados de conservadores.
Weiss, por ende, sigue posicionada en la vanguardia de la culture war y eso no cambiará pronto con los Twitter Files. Bari Weiss publicó dos hilos en Twitter tratando el contenido de los correos y comunicaciones internas a las que había tenido acceso por la gracia de Musk. El primer hilo, publicado el 8 de diciembre, trata sobre las blacklists hechas por Twitter, donde agrupaban a usuarios para limitar la visibilidad de su contenido y sus perfiles, por (supuestamente) orientación política. El segundo hilo, publicado el 12 de diciembre, trata sobre la remoción de Donald Trump de Twitter.
Los méritos de lo que encontró Weiss serán discutidos en la próxima parte de Discordia en la Derecha, por ahora nos queda una persona más por presentar.
Michael Shellenberger
Shellenberger es un autor estadounidense que ha escrito una variedad de libros sobre las relaciones entre el cambio climático, la política y la energía nuclear. A pesar de que sus opiniones actuales sobre algunos movimientos de izquierda quedan más que claras al leer su libro de 2019, “Apocalypse Never: Why Environmental Alarmism Hurts Us All”, Shellenberger ha mutado más y más a escribir críticas sobre los movimientos progresistas sociales con la publicación de “San Fransicko: Why Progressives Ruin Cities” y su newsletter en Substack.
Shellenberger también se lanzó a la gobernación de California en las elecciones de 2018 y 2022, primero como un Demócrata y ahora como candidato independiente, aunque sería justo decir que sus posiciones políticas no han cambiado mucho.
Shellenberger inició su interés en la política debido al cambio climático, de jóven se dedicó al activismo en pro del ambientalismo, incluso llegando a ver al socialismo como una posible solución y viajando a centro américa y el amazonas brasileño para estudiar las comunas que pueden ser encontradas y su relación al ambiente y posibles contribuciones en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, Shellenberger no tardó mucho en abandonar sus pretensiones socialistas y comunales, enfocando sus esfuerzos hacia el activismo pro-energía nuclear.
Shellenberger explotó a la fama en el mundo académico cuando criticó al ambientalismo en un artículo del 2004 titulado “The Death of Environmentalism: Global Warming in a Post-Environmental World”. A lo largo de su obra era fácil ver un progreso escalonado que alcanza su ápice en el previamente mencionado libro de 2020, “Apocalypse Never”, el cual vuelve a enfatizar la tésis de que el ambientalismo está mal enfocado y el progreso capitalista y la inversión efectiva en energía nuclear será la respuesta al cambio climático sin costarle a las naciones en desarrollo la prosperidad económica que perderían si adoptasen las políticas ambientalistas clásicas. Encima de lo anterior, el libro deriva su título de la idea de que el mundo no está por acabarse debido a una crisis climática y esto es exageración del movimiento ambientalista que busca generar pánico para imponer su agenda.
Estas posiciones coinciden con las posturas de muchos comentaristas conservadores y de derecha que han opinado públicamente por años que el movimiento ambientalista estaba errado, es una excusa para la introducción de políticas socialistas o que simplemente mienten y el mundo no va a terminarse por el calentamiento global. Shellenberger empezó a recibir la adulación pública de estos analistas y escritores, quienes usaron sus plataformas para posicionarlo como un líder en la materia.
Sus críticas al ambientalismo terminaron siendo un portal para criticar otras políticas progresistas. Esta transición quedó clara en la publicación de su libro “San Fransicko” donde argumenta que políticas progresistas sobre el cambio climático, los medios de energía renovables y las causas y soluciones de la drogadicción han dejado al estado de California devastado. ¿La solución? Gobernador Shellenberger.
Por supuesto, su campaña no prosperó pero igual logró posicionarlo en la conversación pública, suficiente como para que Elon Musk lo incluyera entre los elegidos para reportar sobre el contenido de los Twitter Files. El 10 de diciembre, Shellenberger publicó un hilo en Twitter donde examina cómo los altos ejecutivos de Twitter justificaron la suspensión permanente de Donald Trump, un tópico que cubrió también en su Substack.
Establecido el panorama y los participantes, la próxima parte de esta serie tratará qué encontraron Taibbi, Weiss y Shellenberger entre los correos y conversaciones internas a las que pudieron acceder así como las reacciones que ha tenido la prensa.
Finalmente, daré algunas de mis opiniones sobre qué significa todo esto para Twitter, para el ecosistema mediático de la nueva derecha y para el futuro del partido Republicano.
Todas las partes de esta serie podrán ser encontradas en Discordia en la Derecha a la medida que sean publicadas.