Las movilizaciones de la oposición
Navegando la tensión entre la obligación de generar presión interna y aquella de preservar la seguridad de la gente.

Me parece casi imposible creer que han pasado más de dos meses desde la elección presidencial. Estoy seguro que muchos observadores externos verán Venezuela y pensarán que las cosas siguen igual que antes. Que la gente sigue con sus vidas como si nada. Que la elección no importó.
Claro, eso no es cierto. Todos hemos seguido con nuestras vidas por necesidad pero la elección sigue pesando sobre nuestra conciencia y la situación política es todo menos estática.
De vez en cuando estoy trabajando, comiendo, haciendo ejercicio, yéndome a dormir y— de la nada— lo recuerdo. Recuerdo que Edmundo González Urrutia, un candidato completamente desconocido hasta unas semanas antes de la elección, ganó la presidencia de Venezuela con una mayoría realmente aplastante. Ejemplo evidente del rechazo casi sin precedentes que existe hacia el PSUV, pero también del excepcional trabajo que logró hacer la oposición venezolana, unida, en torno a un solo objetivo.
Unida, bueno, en otro momento hablaremos de eso.
Como ya bien sabemos, esa victoria fue ignorada por quienes detentan el poder, una decisión arriesgada que los ha llevado a perder la confianza de sus aliados regionales y ha colocado a Nicolás Maduro (y toda Venezuela por desgracia de sus acciones) nuevamente en un aislamiento internacional no visto desde 2019. He escuchado múltiples argumentos sobre cómo ese aislamiento no los afectará, dado que es una situación que han superado antes. Es cierto que lograron superar aquella crisis del 2019 pero estas dos situaciones no son iguales y pretender que lo son sería un grave riesgo estratégico.
No sé qué podrá ser logrado con la presión internacional y tampoco sabemos qué ocurrirá cuando llegue enero y Maduro vaya a juramentarse ante la Asamblea Nacional. Argentina, Costa Rica, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Panamá, Uruguay, Perú y República Dominicana no reconocen el régimen actual mientras que el presidente colombiano, Gustavo Petro, ha dicho que no reconocerá la juramentación si Maduro no exhibe las pruebas de su supuesta victoria, esto dicho en una entrevista en la que parece insinuar que su posición es compartida por Lula da Silva en Brasil.
Si bien es positivo ver cuántos gobiernos de distintas tendencias ideológicas han logrado tomar una postura firme en contra de esta atrocidad, es importante aceptar que aquello no será suficiente. No porque la comunidad internacional sea completamente incapaz de lograr un cambio pero porque nunca es buena estrategia depender exclusivamente de lo que hagan los demás. Esto no es una crítica a los esfuerzos opositores por movilizar a sus aliados internacionales, es solamente un reconocimiento de que un solo frente no basta.
Es necesario que le pongamos ojo crítico a las acciones públicas internas que ha tomado la oposición. Debemos primero entender qué se está haciendo y por qué se está haciendo de esa forma para criticar con base, así que hagamos eso.
¿Qué ha hecho la oposición?
Como mencioné arriba, aquí nos enfocaremos únicamente en las acciones de presión interna públicas, es decir, hablaremos de las manifestaciones y movilizaciones organizadas por la oposición desde la elección presidencial en julio.
Así, el primer buen ejemplo que tenemos de acciones públicas de presión es aquella gran protesta del 17 de agosto. Esta marcha, que terminó con una gran concentración frente al Centro Comercial Líder en Caracas, es significativa no solo por la cantidad de asistentes, sino más aún por el contexto en el que se desarrolló. Recordemos que, para ese momento, el gobierno había arrestado a más de 2.000 personas que, supuestamente, salieron a las calles a protestar el día 29 de julio contra el fraude. El ambiente represor era considerable, haciendo la valentía de quienes salieron aquel día aún más impresionante.
Machado llegó a aquella concentración en moto, encapuchada y con poca atención sobre ella. Sin duda una serie de precauciones para nada exageradas considerando las detenciones masivas de los días anteriores, y todo lo que vendría después.
Por más impresionante que fue la protesta del 17 de agosto, la asistencia solo disminuiría desde entonces. Un par de semanas después, al cumplirse un mes de la elección, la oposición organizó otra protesta más. Esta manifestación, que cerraría su camino frente al Centro Comercial Lido, contó con menos asistentes y sería manchada por los esfuerzos acosadores de los cuerpos de seguridad que peligrosamente perseguirían el vehículo en el que iba Juan Pablo Guanipa al finalizar la concentración.
A estas alturas, la dirigencia opositora tenía más que clara la dificultad de organizar eventos públicos de esta magnitud, consecuencia del terrorismo de estado. Convocar a cualquier protesta o marcha conlleva un riesgo masivo no solo a los políticos de oposición, sino a cualquier ciudadano que asista.
Así, la escala de los eventos cambió.
Los “Comanditos” y la protesta descentralizada
A lo largo de las últimas semanas hemos visto una serie de eventos de menor escala como aquella pequeña movilización hacia la embajada de Brasil en Caracas con la intención de solicitarle a aquel país que interceda por los presos políticos en Venezuela. A esto se le suma la actividad del 28 de septiembre, donde el liderazgo opositor le solicitó a sus seguidores que se reunieran en grupos de hasta 40 personas, sean sus familias, amigos, vecinos o conocidos, en sus comunidades, lo más alejados del peligro posible.
Estoy seguro que más de uno de nosotros vio algún comentario burlándose de esta actividad, llamándola “bailoterapia”, como tan negativamente se han etiquetado las protestas, marchas y concentraciones del pasado.
Y la verdad es que es completamente fácil de entender el sentimiento, quizás hasta lo sintamos nosotros mismos. ¿Qué fin puede realmente perseguir este tipo de actividad?
Lo primero que hay que entender es que no toda actividad opositora perseguirá el mismo fin, es decir, no toda convocatoria estará diseñada para forzar a Maduro fuera de Miraflores. El evento del pasado 28 de septiembre (el último convocado a escala nacional públicamente desde la oposición) bien parece haber tenido la finalidad de unificar y reforzar lazos locales de los Comanditos. También, a mi parecer, es una actividad con un fin algo espiritual. El fin parece haber sido motivar a la gente, recordarles que no están solos y que la lucha sigue. Además, organizar este tipo de evento de la forma más “segura” posible busca reducir el impacto desmotivador de las detenciones arbitrarias.
Este tipo de actividad tiene su valor, tiene su función por tan pequeña que parezca, pero no tiene el objetivo de generar presión efectiva sobre los detentadores del poder. Entonces, nos queda aquella gran y pesada pregunta:
¿Cómo se genera presión efectiva?
Para generar presión efectiva hay que tomar acciones que amenacen con desarticular la coalición del poder chavista. Las acciones no tienen que ser directas ni decisivas, basta con ir empujando poco a poco en una dirección que no le guste al gobierno. Una dirección que amenace la cohesión de sus alianzas.
¿Existe alguna actividad que la oposición pueda organizar que conlleve a este fin?
Posiblemente, pero ¿cuáles serían los riesgos asumidos?
Ahí es donde se revela la forma que piensa la coalición opositora actualmente. No están dispuestos a tomar acciones de alto riesgo. Esto no significa que “les falten bolas”, para nada, bien puede ser que no creen que cualquier acción de alto riesgo contribuya al objetivo deseado. Es posible que, en su análisis, una gran marcha convocada para ir a Miraflores a protestar únicamente resultaría en una peor situación para la oposición y el pueblo que votó para sacar a Maduro. Recordemos que ahora Diosdado Cabello ha quedado encargado del Ministerio de Interior y Justicia y que, aún más reciente, su primo ha quedado encargado del SEBIN.
Es posible que la oposición tema que forzarle la mano al chavismo con alguna actividad de alto riesgo resulte en un escenario más totalitario, más opresivo, más trancado. Un escenario donde las avenidas de cambio se cierren.
Es importante también que recordemos que, por más tranquilo que parezca el gobierno, las cosas no están tan simples. Pronto se avecina enero y el chavismo aún no sabe cómo serán las cosas con un Maduro no-reconocido. Queda, por lo menos, un momento más de crisis interna para la coalición en el poder, no dudo que la oposición esté sacando cálculos de riesgo en torno a esa oportunidad, incluso si parece que las cosas se han “calmado”.
Se que ha pasado un rato desde la última publicación, han sido tiempos de dudas, inestabilidad e información contrariada, como bien sabemos todos. Por esto me tomé un momento para esperar a que las cosas se asentaran un poco para poder darle un vistazo más frío a la situación y menos emocional/reactivo.
La semana que viene hablaremos sobre la creciente cuota de poder que ha adquirido Diosdado Cabello dentro del chavismo, con especial atención a las nuevas designaciones en el alto mando militar.
Buenas Tardes Sr. Luis,
Muchas gracias por volver a escribir. Lo estuve esperando.
Un abrazo muy fuerte a los amigos de Venezuela