La batalla de Mosul y las lecciones de ISIS
Es una semana apta para recordar el precio de la libertad.
Hoy, 16 de octubre, se marca el séptimo aniversario del inicio de la batalla urbana más sangrienta desde la Segunda Guerra Mundial, un registro que se mantendría hasta la batalla de Bakhmut en Ucrania. Por nueve meses, el ejército Iraquí, junto al Servicio de Contra-Terrorismo, la Peshmerga kurda y la Coalición Internacional combatirían a las fuerzas del Estado Islámico, calle por calle, casa por casa, cuarto por cuarto, hasta remover unos 15.000 militantes de la ciudad donde Abu Bakr al-Baghdadi había proclamado el nuevo “califato” de ISIS unos dos años antes.
Mosul era el hogar de casi dos millones de personas cuando fue capturada por los terroristas que buscaban fundar su propio estado de territorio Sirio e Iraquí. Más que dispuestos a asesinar a quien sea que se opusiera, y con el fin de subyugar a la población local a seguir su propia interpretación cruel del islám, el Estado Islámico sería responsable por la muerte de más de 28.000 civiles a lo largo de Irak, casi 6.000 civiles más en Siria y una larga lista más de víctimas fuera de aquellas naciones.
La amenaza era tan considerable que fue rápidamente reconocida por rivales tradicionales quienes entendieron que se enfrentaban a un problema mucho mayor y más urgente. La Coalición Internacional, liderada por Estados Unidos, el Reino Unido, Francia e Irak, colaboró, de forma indirecta, con las fuerzas paramilitares de Irán. Rusia y las fuerzas gubernamentales sirias de Bashar al-Assad combatieron al Estado Islámico también. La lucha por la liberación de Irak llevó a operaciones conjuntas entre las fuerzas militares de Bagdad y los Peshmerga kurdos del norte, rivales históricos.
Para octubre de 2016, estas colaboraciones habían rendido frutos significativos. El Estado Islámico se encontraba acorralado, aguantando sus últimas fortalezas en la ciudad siria de Raqqa, la ciudad libia de Sirte y Mosul en Irak.
Las campañas de liberación de las tres ciudades fueron simultáneas, dejando a ISIS sin respiro alguno. Fuerzas del Gobierno de Acuerdo Nacional Libio, los Estados Unidos, el Reino Unido e Italia removieron unos 2.500 militantes de Sirte a lo largo de seis meses. Las Fuerzas Democráticas de Siria, apoyadas por la Coalición Internacional, Rusia y de forma muy indirecta por las fuerzas gubernamentales de Damasco, asediaron a Raqqa por once meses. Nadie lo tuvo fácil pero quizás le tocó lo más duro a Irak.
A lo largo de nueve meses, las fuerzas iraquíes avanzarían por la provincia de Nineveh. El primer día de la ofensiva fue rápido, unos veinte pueblos enteros fueron liberados en meras horas, con los terroristas de ISIS abandonándolos al verse progresivamente rodeados por los más de cien mil soldados del Ejército de Irak y los Peshmerga. La batalla por las zonas urbanas de Mosul fue brutal.
Francotiradores, explosivos improvisados, minas en el camino, militantes suicidas con chalecos explosivos, pozos petroleros en fuego y hasta un ataque químico con gas mostaza pueden contarse entre las amenazas que enfrentaron los hombres que buscaban liberar su ciudad. El combate urbano iniciaría con bombardeos de artillería y ataques aéreos de la Coalición que buscaban “suavizar” las posiciones defensivas de ISIS para luego poder avanzar por tierra.
Los terroristas, entendiendo su situación, tratarían de reclutar “carne fresca” entre los civiles locales, buscando usarlos como escudos humanos para detener el avance de su enemigo. Esta táctica no les saldría tan fácil. El 21 de octubre, 284 hombres y niños serían ejecutados por militantes del Estado Islámico y depositados en una tumba en masa, por el crímen de negarse a servirles de escudos humanos. A lo largo de la ocupación y batalla, ISIS ejecutaría a más de 2.000 personas en Mosul.
Los meses pasarían lento pero, poco a poco, se vería el progreso con la victoria siendo anunciada el 9 de julio de 2017, tras la captura del centro histórico de Mosul. La ciudad, ubicada a los bordes del Río Tigris en el norte del país, era conocida a veces como al-Faiha, El Paraíso en árabe, y quedaría totalmente irreconocible tras su ocupación por ISIS. Su famosa mezquita, la Gran Mezquita de al Nuri, donde al-Baghdadi había proclamado el nacimiento de su califato, sería destruida por el Estado Islámico el 21 de junio de 2017, tras 845 años de historia.
La mayoría del combate había culminado pero, para quienes sobrevivieron a sus secuestradores en Mosul, aún quedaría un largo camino por recorrer. Familiares asesinados, casas perdidas, memorias irrevocablemente manchadas. Otras duras realidades debían aún ser enfrentadas. Los bombardeos aéreos y la artillería de la Coalición cobrarían las vidas de unos 5.000 civiles, mientras las fuerzas de seguridad iraquíes fueron acusadas de torturar niños para sacarles información sobre ISIS.
Entonces, cuelga la pregunta, ¿valió la pena? ¿El precio que pagaron las fuerzas de seguridad iraquíes y los civiles inocentes valió la pena para remover a ISIS de Mosul?
El Estado Islámico era (y sus células actuales siguen siendo) una fuerza genocida. Su propósito existencial era asesinar a los enemigos de su interpretación bárbara del islám. No había negociación posible, no había espacio para acuerdos de paz, no podía haber paz con ISIS.
Si ISIS retenía control sobre Mosul hubiesen aprovechado el tiempo para recuperar sus fuerzas y, eventualmente, continuar con su asquerosa misión existencial. Entendiendo esa realidad, habiendo vivido la brutalidad de la ocupación de ISIS, estoy seguro que muchos iraquíes, sirios y libios estarían de acuerdo que el precio valdrío la pena.
La guerra contra ISIS fue brutal, más de 45.000 civiles pagaron el precio más alto de todos, mientras más de diez millones perderían sus hogares. Más de 34.000 soldados iraquíes perderían sus vidas a lo largo de esos años, junto a unos 8.000 sirios y 13.000 kurdos. Soldados de los Estados Unidos, Egipto, el Reino Unido, Chad, Irán, Nigeria, Camerún, Turquía, Níger, Arabia Saudita, Jordania, Rusia, Canadá y Francia también se unirían a aquella terrible lista. La mayoría de los números son estimados, lastimosamente, es bien probable que nunca sepamos la verdadera magnitud de la tragedia.
Originalmente, cuando tracé el borrador general de este post en mi cuaderno, el mismo se iba a tratar únicamente sobre Mosul y el precio elevado de la libertad. Sin embargo, es difícil escribir sobre aquella ciudad esta semana sin pensar en Israel, Hamas y Gaza.
En redes sociales hemos visto muchas comparaciones entre Hamas e ISIS, muchas originando de la propaganda israelí oficial. La verdad es que tienen razón, Hamas es como ISIS. Ambos grupos terroristas se detestan, pero comparten varias cosas en común. Lo primero y más importante es la intención genocida, la Carta de Hamas, el documento que fundó el movimiento en 1988, claramente sostiene los ideales de la Hermandad Musulmana, repitiendo la creencia de que el “mayor deseo” es morir en nombre de Dios y las “enseñanzas” del hadith de Shahi al-Bukhari que indica que la resurrección no podrá ocurrir hasta que los musulmanes maten a todos los judíos. Queda más que claro que la liberación de Palestina, en los ojos de Hamas, tiene más que ver con matar judíos que con Palestina.
Hamas, por ende, no es un enemigo con el que se puede negociar ya que no quieren una paz con el otro bando, quieren su exterminación. Las tácticas de Hamas también recuerdan a ISIS, sea el desdén total por la vida ajena, o los asesinatos intencionales de civiles para demostrar sus intenciones. Hamas también se esconde detrás de inocentes, especialmente detrás de los palestinos que profesan proteger. Mucha de la infraestructura militar y de inteligencia de Hamas es resguardada debajo de escuelas, hospitales, zonas residenciales, etc., creándole aún más problemas a la población civil e Israel.
Tras las atrocidades de Hamas cometidas el 7 de octubre, la Fuerza Aérea Israelí comenzó a bombardear blancos en la Franja de Gaza. A lo largo de los últimos días, la IAF ha atacado unos 750 blancos y contando, soltando más de 6.000 municiones sobre la ciudad. Para poner las cosas en perspectiva, la Coalición Internacional promediaba 2.500 municiones por mes en la guerra contra ISIS, solo llegando a soltar más de 5.000 durante el asedio de Raqqa a finales de 2017. Esto significa que la situación en Gaza es, ciertamente, más infernal que el bombardeo de Mosul. En una semana, se estima que ya han muerto unos 1.400 civiles en la ciudad.
Creo que todos los que conocemos la brutal realidad de Hamas sabemos que el grupo debe ser vencido, sabemos (históricamente) que paz con Hamas simplemente es más tiempo de preparación para atrocidades futuras, pero no podemos perder de vista el costo humano de la respuesta de Israel. ¿Realmente queremos vivir en un mundo donde aplanamos ciudades enteras sin importarnos quiénes sufren en el proceso?
La comunidad internacional debe exigirle a Israel cumplir con los más altos estándares del Derecho Humanitario Internacional, así mismo, nosotros también debemos recordar el sufrimiento real de la guerra, impartido sobre personas que rara vez tienen la culpa. No perdamos nuestra humanidad por oponernos a Hamas.
Para responder a quienes creen que Israel está haciendo el mejor trabajo posible, les recuerdo que la IAF ha subido varias fotos de sus aviones siendo cargados con M117s, municiones no-guiadas de 750 libras. Por la mayoría de la historia del bombardeo aéreo, las municiones eran así, libres, caían más o menos donde se apuntaba, pero eso cambió hace un par de décadas. Hoy en día disponemos de armas precisas, guiadas por GPS o por designación de laser u otros sensores electro-ópticos como cámaras de televisión. Israel tiene muchas de estas armas, particularmente kits de Joint Direct Attack Munitions (JDAM), diseñados por Boeing, que transforman municiones libres como la Mk84 en armas de precisión designadas como GBU-31.
Que Israel esté usando bombas libres no significa que se estén quedando sin sistemas guiados, no, tienen bastante. Lo que puede indicar varias posibles hipótesis: Israel está cuidando su inventario de armas guiadas para otras posibles amenazas como Irán o Hezbollah y, por ende, están dispuestos a usar armas menos precisas en centros de población civiles, o; a Israel no le importa la población civil de Gaza y por ende usan las municiones más baratas.
Sea cual sea la posibilidad, envía un mensaje preocupante: Israel está dispuesto a enfrentar bajas civiles bastante elevadas para lograr su misión.
La historia nos ha enseñado que el costo de la libertad es alto y que ninguna guerra es “limpia” pero es increíblemente importante que nos preguntemos qué tan caro es muy caro. La guerra nunca será justa ni agradable pero creo que todos preferimos un mundo donde tratamos de asegurar que se cumplan los más altos estándares, un mundo donde todos tratan de que los conflictos sean justos y limpios. Eso es lo que tenemos que vigilar en la respuesta de Israel ahora, especialmente si el IDF debe invadir por tierra.
Israel está dispuesto a pagar un precio caro para asegurar su libertad y seguridad, lo han demostrado varias veces en las últimas siete décadas, pero es muy fácil que ahora le terminen pasando la factura a otros que no son los responsables de cargar con las consecuencias.