El verdadero problema con las elecciones de 2024
Existe mucha apatía y desgaste con la política nacional pero la ausencia de un buen candidato no es el problema principal.
Nota: Dos horas antes de publicar, la Comisión Nacional de Primarias anunció la “respuesta favorable” del Consejo Nacional Electoral para la creación de una comisión técnica conjunta para la celebración de la elección primaria. Más allá de la creación de la comisión no hay seguridad sobre avances conjuntos entre la CNP y el CNE aún. Es un avance interesante a considerar y que dejará mucho de que hablar en los meses siguientes.
Este miércoles pasado, la Comisión Nacional de Primarias anunció que el miércoles próximo se anuncia la fecha de la elección primaria. Sí un poco teatrero todo (¡hasta lo anunciarán en un anfiteatro!) pero, más allá del retraso claramente diseñado para generar interés, es una buena noticia que ya tengamos una fecha elegida, incluso si aún no es pública.
A todas estas, los políticos de oposición no esperaron el cronograma para empezar sus campañas, con varios ya anunciando sus intenciones de forma pública y emprendiendo en el largo camino de aquí a 2024.
La elección primaria de este año es increíblemente importante para la oposición. Los partidos que integran la Plataforma Unitaria Democrática no han podido forjar identidades individuales que los diferencien entre sí, esto (aunado a los años de dictadura) ha dejado un sabor increíblemente amargo en nuestras bocas que ahora muchos asociamos con la política nacional. Esa apatía se ve reflejada en cada encuesta de alineación política que se publica (Tony Frangie Mawad tiene un buen hilo desglosando la más reciente de More Consulting), la opinión del público sobre los políticos en el país es severa y hay buenas razones para ello.
Este rechazo es una de las razones por las cuales la oposición necesita las primarias, deben unificar las bases existentes de todos los partidos involucrados si quieren tener un chance de ganarle a Nicolás Maduro. Un candidato único te reduce el riesgo de la división de votos opositores, aunque no elimina esa amenaza de forma completa debido a la existencia de las “oposiciones” ficticias que existen meramente para ese fin como los partidos que integran la Alianza Democrática.
A PUEDE no le basta con tener un solo candidato, necesitan uno con verdadero apoyo popular que sea capaz de volver a encender la llama de la esperanza de un cambio democrático que parece haber sido extinguida con la supresión de la Asamblea Nacional electa en 2015. Necesitan alguien nuevo, alguien que no venga arrastrando el bagaje político de todos esos años de estrategias fracasadas y eslóganes reciclados.
La respuesta típica aquí es buscar un “outsider”, alguien ajeno a la clase política que esté “limpio” de los errores del pasado que manchan la imagen de los políticos tradicionales. Carlos Ocariz, Juan Guaidó, Juan Pablo Guanipa, Henrique Capriles Radonski, Manuel Rosales son “los mismos de siempre”.
María Corina Machado carga con su propia ancla pero ha estado suficientemente alejada de los fracasos recientes como para conseguir un segundo aire, por lo menos si las encuestas recientes son creíbles.
Pero la respuesta obvia aquí es Benjamín Rausseo (cuyo nombre está mal escrito en las láminas de More), un empresario-comediante externo a la clase política tradicional, incluso si recordamos aquella campaña presidencial de 2006. Rausseo, curiosamente, podría llenar ese pedestal al cual tanto han nominado a Lorenzo Mendoza pero del cual Mendoza se ha alejado: “Venezuela necesita un empresario”. Esta categoría de político es curiosa ya que también la podría llenar Rafael Lacava, quien sin duda goza de bastante popularidad, pero desde un bando político totalmente distinto.
Posicionar al frente de la oposición alguien que pueda volver a capturar el interés de la gente es un paso fundamental en el camino para remover al PSUV de Miraflores pero es solo eso, un paso. Lo que viene después podría ser descrito como “difícil” en un país democrático pero en Venezuela creo que esa palabra queda a varios años luz de describir la realidad.
A mediados del año pasado vi a Alejandro Armas Díaz comentar en Twitter que la gente estaba olvidando que en Venezuela vivimos en autocracia al hablar del outsider, desviando la atención del gobierno dictatorial y replanteando el problema como uno de “polarización política”. Es cierto que la narrativa de la “falta de candidato” le juega a favor a Maduro, al hacer parecer que la única razón por la cual la oposición no ha retomado Miraflores es porque no tienen mucho que ofrecerle al electorado a cambio. Es una realidad que desde aquella elección presidencial de 2013 la oposición no ha logrado ofrecer un candidato que mueva a la gente tanto como lo llegó a hacer Henrique Capriles Radonski. Juan Guaidó durante las protestas de 2019 es el único que se le acerca y dudo muchísimo que Guaidó pueda reunir así sea la mitad del apoyo que tuvo en ese entonces para 2024.
A la oposición sí le hace falta un buen candidato, alguien fresco (o por lo menos refrescado) que sea capaz de levantar al público porque ese apoyo es resultado del interés y ese interés le mete presión al gobierno. Un público desinteresado en las elecciones hará poco para asegurar que sean limpias y transparentes. Un público desinteresado hará poco para defender los resultados.
Aún siendo cierto que necesitamos ese buen candidato, Alejandro tiene razón, vivimos en dictadura. No hay razón para pensar que la elección más importante de todas vaya a ser justa. Se supone que la oposición estaba trabajando para asegurar ese fin por medio de las negociaciones en México, negociaciones que le presentaban buenas oportunidades a todos los involucrados. Por un lado, a Maduro le daba una oportunidad de que le levanten las sanciones, a Estados Unidos le daba un chance de cantar victoria en Venezuela y acceder al petróleo local y a la oposición le daba la posibilidad de condiciones electorales libres y justas.
México le presentaba riesgos serios a la oposición, uno de ellos siendo que podría desmantelarse solita por peleas internas exacerbadas por las negociaciones con el gobierno. Una falta de unidad y claridad en los objetivos podría dejar a la oposición con las manos vacías mientras el gobierno de Maduro montaba su teatro democrático. Bueno, la oposición se encargó de hacerle el trabajo más fácil a Maduro cuando fueron y votaron por la eliminación de la presidencia interina de Juan Guaidó.
Esto ha generado confusión entendible en los aliados internacionales de la oposición. Recientemente, el Departamento de Estado de Estados Unidos tomó control de la embajada venezolana y sus residencias oficiales en Washington, DC debido a la inexistencia de la presidencia interina que designó dicha representación diplomática.
La oposición se ha debilitado seriamente y aún no han obtenido las garantías necesarias para asegurar que la elección de 2024 sea libre (o por lo menos casi justa). Ahora parecen estar perdiendo el interés de Estados Unidos más que nunca, algo bien preocupante porque Estados Unidos es el único jugador en el tablero que tiene algo que Nicolás Maduro quiere: el poder de levantar las sanciones. Si Estados Unidos pierde interés en usar esa ficha a favor de la oposición entonces no hay chance alguno de que se alcancen las condiciones electorales necesarias.
Sería difícil imaginar una situación más complicada para la oposición, deben organizar una elección primaria sin terminar de autodestruirse, asegurar que los precandidatos perdedores reconozcan a quien sea que gane y encima deben negociar condiciones electorales que permitan una elección libre en 2024.
Este último es el verdadero gran desafío camino a las presidenciales ya que, sin remover aquel obstáculo, todo lo demás importa poco.