El 4-F en la mitología chavista
Toda religión tiene su mito fundacional pero ¿dónde calza el 4-F en el Madurismo moderno?
Yo no había nacido cuando Hugo Chávez fue llevado ante las cámaras para su famoso minuto de fama. Para mi, el intento de golpe del 4 de febrero de 1992 siempre ha existido por medio de las palabras de los demás, a través de las crónicas que se han escrito al respecto y los videos que tenemos de aquella madrugada.
El chavismo tampoco había nacido pero aquella noche se había asentado la base del culto que se volvería religión de Estado en unos años. Para los seguidores del “Comandante”, el 4-F es un hito mítico, comparable a la declaración de independencia, el rescate de la Venezuela prometida que nunca había llegado.
Mucho se ha escrito sobre las consecuencias del 4-F, hoy me gustaría tomarme esta oportunidad para hablar de lo que significa esta fecha dentro del culto chavista y pensar un poco sobre qué lugar tiene dentro del Madurismo moderno.
“El auge del socialismo”
Quizás esto es algo que debería ser obvio pero los intelectuales del chavismo tienen una visión muy distinta del 4-F que aquella que tienen los hombres que trataron de tomar Miraflores.
Hay una visión bien romántica sobre la fecha que es estrictamente política. Para Raúl Ramírez, ex-guerrillero y escritor, el 4-F marca el fin del “ciclo capitalista” y el inicio del socialismo. Ramírez tiene una visión bastante fantástica de la fecha, algo que parecen tener en común muchos otros autores de su inclinación ideológica.
Yldefonso Finol, ex-constituyente, cae en la vieja narrativa de una lucha de clases. Para Finol, los dos mil militares que formaban parte del MBR-200 luchaban por el pueblo y se enfrentaban a las clases corruptas de la burguesía. Los soldados que defendieron Miraflores y la Casona eran protectores del “capital”. El golpe de estado fallido marcaba el inicio del socialismo en el país, un socialismo que rescata la “dignidad” del pueblo y que, según Ramírez, es un socialismo “original”, no una copia de China o Corea del Norte.
El movimiento intelectual chavista está obsesionado con ver el 4-F como el inicio de sus ambiciones ideológicas, el vehículo que traería el sistema político que ellos siempre han querido. Escritores como Finol y Ramírez actúan como si su paraíso socialista fue instaurado exitosamente e ignoran la absurda destrucción nacional y el capitalismo amiguista que ha acentuado Maduro pero que sin duda fue originado por Chávez.
Hay quienes compran la leyenda del 4-F pero sí se dan cuenta que va en contra de los hechos en la práctica. Edwin Martínez Espinoza, Secretario General del partido Patria Para Todos, cuestiona la preservación del legado de Chávez por parte de Maduro. Para Martínez, el 4-F es una promesa que hizo Chávez, una promesa de que Venezuela no tendría que arrodillarse más nunca ante los centros de poder globales. Esa promesa no se cumplió y evidencia de eso, según Martínez, es que Juan Guaidó y los demás políticos que lo apoyaron siguen libres. El hecho de que Nicolás Maduro no haya arrestado a Guaidó es evidencia de que no puede, de que, al final del día, Estados Unidos sigue mandando sobre Venezuela.
Ambiciones directas
En el 2007, el Capitán Gerardo Márquez, quien participó en el intento golpista del 4-F, le concedió una entrevista a José Rosario Araujo donde fue bastante directo con las razones por las cuáles trató de tumbar el gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Márquez no escondió nada, dijo que desde bachillerato consideró unirse a las fuerzas armadas ya que, según su círculo de amigos, los cambios en Venezuela no se lograban con el voto. Para él, y varios de sus colegas, el péndulo histórico venezolano era imposible de romper y si quería ser determinante en el rumbo del país, tomar un fusil era la única vía. Márquez siempre estuvo interesado en la política y en la universidad formó parte del Movimiento Electoral del Pueblo, indagando poco a poco en ideologías de izquierda pero, aún así, niega que el 4-F haya sido algo particularmente socialista.
En vez de ser una movida para implementar el socialismo, el 4-F era simplemente otro de los tantos intentos de tomar el poder por la fuerza y remover a quienes eran percibidos como los enemigos. Márquez recuerda haber estado molesto por la corrupción nacional, la politización de las fuerzas armadas por parte de los dos grandes partidos de la época (cuanta ironía) y la falta de valores dentro de los cuarteles. Así fue que conoció a Hugo Chávez en 1982 y se unió a su intento de “recuperar los valores de Simón Bolívar”.
El compromiso con los “ideales bolivarianos”, que Márquez dice querían rescatar, se encuentran contrapuestos a las visiones estrictamente socialistas de los intelectuales en un curioso ejemplo de la eterna división entre civiles y militares que muchos chavistas pretenden no existe.
La religión de estado
Sea cual sea la visión, sea quien sea que la cuente, hay un factor central que nunca cambia: Chávez. El 4 de febrero de 1992 nació la leyenda de Hugo Chávez y, con ella, el culto de sus seguidores que lo vieron como el Mesías que porfin llevaría a cabo las transformaciones fundamentales que ellos tanto anhelaban.
Mientras Chávez y los demás miembros del “Estado Mayor” del MBR-200 se encontraban encarcelados (algunos gozando de privilegios absurdos) la leyenda creció, se escribieron crónicas, poemas y canciones hablando del gran líder que había tomado la responsabilidad de “corregir” el rumbo de la nación. La llama de un culto se había encendido y cada vez ardía más fuerte y consumía más de la nación. Este fervor público, adoración absoluta, catapultó a Chávez a la presidencia cuatro veces, muchos aún dejándose llevar por la mentira que les vendió a pesar de los años de decadencia nacional.
La creencia popular en la religión oficial fue reafirmada el 5 de marzo de 2013 cuando Nicolás Maduro, entonces vicepresidente, anunció el fallecimiento de Chávez. Por siete días millones de personas aguantaron el sol por más de doce horas para poder ver al “Comandante” en su ataúd. El mito de Chávez llevó a Maduro al poder en la elección presidencial de aquel año y este se dedicó a “honrar” su memoria, pintando los ojos del ex-presidente en cada edificio público que podía encontrar.
O por lo menos fue así mientras era políticamente conveniente. A casi una década de aquel momento las cosas son bien distintas. Maduro ya no necesita a Chávez, es más, debe deshacerse de su recuerdo.
La crisis de identidad
Seguimos usando la palabra “chavista” para describir a Maduro y aquellos que votan por él. Quizás algunos electores sean chavistas pero ha quedado más que claro que la ideología oficial ha dejado de ser “chavismo”.
Poco a poco las imágenes públicas de Chávez han sido removidas, han pintado por encima de los ojitos, han dejado perder las calcomanías de #AquiNoSeHablaMalDeChavez en los ministerios e incluso renombraron el estadio de béisbol de La Rinconada, que llevaba una década en construcción bajo el nombre Estadio Hugo Rafael Chávez Frías.
A Nicolás Maduro no le conviene la memoria de Chávez, no le conviene el recuerdo de la autocracia-mano-dura que tanto promulgó el líder del PSUV. Maduro quiere que Estados Unidos le levante las sanciones y para eso debe meter una buena finta de democracia moderna. Ya no es buena estrategia amenazar y condenar al “Imperio” y por eso, el 4-F ya no tiene lugar en el PSUV moderno.
Mañana habrá un desfile, aviones, tanques, soldados. El show lo montarán pero cada año es más y más hipócrita. La fecha conmemora algo que Miraflores quiere esconder cada vez más. Sin duda una de las debilidades del partido, Maduro está lejos de lo que Chávez representaba y la gente se ha ido dando cuenta.
No digo que por eso vayan a perder una elección y entreguen el poder, obviamente no harán eso pero existe una división ideológica clara que le deja las puertas abiertas a un posible rival dentro del mismo PSUV. Ya veremos si algún representante del “chavismo radical” trata de desafiar a Maduro en una elección, hay uno que ya lo está haciendo en otro terreno.