Circo sin el pan
El régimen de Nicolás Maduro destina fondos públicos a distracciones, rezando a que sus rivales internacionales se enfocarán en el circo mientras se ignoran las necesidades de los venezolanos.
“El próximo mes de junio, nuestra ciudad capital se convertirá en el epicentro de la música con el Festival Mundial de la Salsa 2022.”
Aquellas fueron las palabras que tuiteó Nicolás Maduro el pasado 4 de abril de 2022 desde su cuenta oficial en aquella red social. Maduro estaba rodeado de compañía interesante en ese momento: el cantante puertorriqueño Maelo Ruiz, así como los venezolanos Omar Acedo y Omar Enrique formaban parte de los invitados a la reunión.
Supongo que era solo cuestión de tiempo antes de que el gobierno anunciara algo similar. Ya el sector privado ha confirmado grupos como Sin Bandera y Camila, y ya se presentaron Morat y Sech (bajo condiciones enredadas), este mismo mes se celebrará un festival de trap que cuenta con la participación artistas como Eladio Carrión, Noriel y hasta DJ Luian, particularmente famoso por su trabajo como productor en colaboraciones con Bad Bunny, J Balvin y otros. Maduro no podía quedarse atrás.
Es tanto así que no se le escapó mencionar el reciente aumento en presentaciones musicales públicas en la capital, incluso llegó a afirmar que los artistas se están “peleando” por venir a Venezuela.
Es innegable que ha habido una mayor liberalización en la economía venezolana. Han pasado varios años desde la eliminación del régimen de control cambiario, el gobierno recortó los aumentos en la masa monetaria (aunque esto tiene sus matices interesantes) y una gran cantidad de bienes han sido rutinariamente exentos de las tarifas de importación. En lo que se siente como un abrir y cerrar de ojos han surgido franquicias inmensas, ya sean servicios de entrega a domicilio de comida como Yummy y PedidosYa, servicios de transporte privado como Ridery o La Wawa o copias de Starbucks como Granier y Páramo Café (interesante la historia de los dueños de ésta última marca). Incluso empresas con un poco más de historia han logrado crecer de forma impresionante, pensemos en todos aquellos nuevos locales de Fresh Fish o la total transformación de la marca Traki.
Todo esto - en gran medida - ha contribuido al chiste de “Venezuela se arregló” y dudo que el régimen no esté al tanto de las ventajas propagandísticas. Es obvio que esta percepción les conviene, ayuda a vender la imagen de que Venezuela no está en crisis y en realidad vamos camino a algo mejor, quizás incluso hacia mayores avances democráticos. Esto último lo dudo. En las elecciones regionales de noviembre de 2021 vimos a un PSUV que, por primera vez en su historia, no llegó a los 4 millones de votos. Es más, hubo más votos en contra del PSUV, que a favor. A pesar de la mayor apertura económica, es evidente que el PSUV no es más popular. El gobierno de Maduro está consciente de esto, saben que la liberalización no se ha traducido en mayor popularidad y por ende entienden que no les conviene ir a elecciones libres. No olvidemos que hasta se robaron la primera elección de gobernador en Barinas en un intento desesperado de mantener control de un estado simbólicamente importante para la “revolución”.
Pero, a pesar que al gobierno le conviene dar una apariencia de mejoras económicas y democráticas, siguen mostrándose profundamente en contra de aquellas aspiraciones. Es una tensión interesante sobre la cual escribí en diciembre, el régimen debe pretender que quiere abrirse más pero no puede abrirse demasiado porque arriesgan perder el control. Por eso vemos contradicciones como aquella evidenciada por las mejoras económicas que he mencionado aquí en contraposición con el reformado Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras. Vemos al gobierno pretender que están dispuestos a olvidar el pasado y seguir adelante al devolverle el Sambil de La Candelaria a sus propietarios mientras el Contralor General de la República, Elvis Amoroso, amenaza con sancionar a los miembros de Fedecámaras y Consecomercio para que no se hagan “ricos nuevamente”.
Así llegamos a la más reciente contradicción. Mientras los trasplantes de órganos en Venezuela se encuentran trágicamente paralizados, el régimen encuentra dinero para organizar un festival de salsa en el Poliedro.
Confieso que es posible darle una perspectiva positiva al festival. Los precios de los conciertos en Caracas son bastante elevados. Las entradas más baratas a la presentación de Sin Bandera y Camila en el Poliedro cuestan $60, un precio rudo para un país tan golpeado económicamente. El Cusica Fest, estipulado para mediados de diciembre de este año, vendió sus primeras entradas en $160, ese precio solo aumentará de aquí a la fecha del evento (vale la pena mencionar que, aún con entradas ya a la venta, Cusica no ha revelado qué artistas participarán).
El “Festival Mundial de la Salsa 2022” sin duda terminará siendo altamente subsidiado por el gobierno nacional, permitiendo a más personas asistir, pero es imposible ignorar que las prioridades aquí están bien torcidas. El agua, la electricidad, los servicios de asistencia pública, las pensiones, los salarios de los empleados del sector público, la crisis hospitalaria y de seguridad social… hay demasiadas cosas que el gobierno pudiese arreglar si les importase, pero no les importa.
Las mejoras económicas y sociales que hemos visto han, indudablemente, ayudado a muchos venezolanos a vivir mejor, pero es una lástima que sean utilizadas por el régimen como propaganda a su favor en vez de lo que realmente son: prueba de sus fracasos. El régimen viene cavando un hueco desde hace décadas que mide kilómetros de profundidad y ahora que empezamos a subir unos metros se felicitan a sí mismos por sus “logros”.
Al final del día, esto no es más que otra distracción barata para tratar de mantener una apariencia de que hay intenciones de mejorar las vidas de los venezolanos. Mucho circo, pero sin el pan.